Mientras las españolas, en estos momentos, tienen un hijo o ninguno, la mujer musulmana que ha llegado a España y ya conoce todas las ayudas sociales a las que puede acceder fácilmente, tiene de uno a cinco hijos de media. Y no será porque no nos avisaran; os conquistaremos a través del vientre de nuestras mujeres, ya que quieran o no, las haremos parir como conejas. No tienen prisa en invadirnos, es más, todos los días nos ponen a prueba. De hecho, la delincuencia se ha incrementado considerablemente desde que tenemos un gobierno que deja entrar en España a cualquier hijo de vecino.
Aún recuerdo cuando para salir de viaje, durante la pandemia, te pedían que estuvieras vacunado poco más que contra la rabia. ¿Entonces por qué a todos estos ilegales se les deja entrar, sin examinarnos para comprobar que no tienen enfermedades infecciosas como la sarna o la hepatitis, entre otras? La respuesta es sencilla, ningún político que actualmente lleve guardaespaldas padecerá de ataques o de contagios, eso se lo dejan al español de a pie o al policía que hoy por hoy, está completamente indefenso.
Esta política de “puertas abiertas” ha encontrado buena aceptación entre aquellos que aún creen en los Reyes Magos y piensan, cándidamente, que vienen a integrarse, trabajar y sostener así el sistema actual de pensiones. Nada más lejos de la realidad. Además de llegar hombres solos en edad militar, la mayoría son musulmanes y de todos es sabido que el islam es más que una religión, es todo un entramado político que pretende conquistar Europa, de una manera o de otra.
Esta gente, salvo raras excepciones, no se integra nunca. Básicamente, porque son muy retrógrados, muy primitivos, con los instintos a flor de piel, estamos cansados de escuchar que un marroquí ha robado, apuñalado, violado y, para quien me tache de racista, les diré que ahí tienen las cifras de la policía que vayan y las estudien.
Para un musulmán -y hablo de los ilegales que entran en patera-, el cristiano es un objetivo a abatir, porque es infiel y así lo dicta el Corán. Evidentemente, todo aquel que entre en España con contrato de trabajo, se adapte a nuestras costumbres y nos respete, tendrá siempre mi aprobación. Nosotros fuimos emigrantes y, por tanto, sabemos que ir a trabajar a otro país es duro.
Por desgracia, la inmigración que recibe nuestro país en estos momentos proviene en su mayoría de las cárceles de Marruecos, es decir, delincuentes a los que encima hay que alimentar y mantener. Además, son repartidos por toda la península y se les ofrece casa y comida, no es que no produzcan, es que encima son un gasto brutal para nuestra maltrecha economía. Gente violenta, que no duda en matar amparados en unas leyes laxas que, prácticamente, protegen al delincuente.
Total, que las parejas heterosexuales prefieren a un perrito que, a un hijo, lo que nos llevará irremediablemente a desaparecer o a que nos encierren en zoológicos y nos exhiban como animales exóticos. De nosotros depende que esto no suceda, es ahora o nunca, cristianos o esclavos, sin duda nos han declarado la guerra.
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